Inicio este blog con la ilusión de quien, por fin, empieza un viaje largamente preparado, con el que ha soñado toda su vida. Tener un vino propio, un vino de autor.
La pasión por el vino la heredé de mi padre, para quien el cuidado de las viñas y su pueblo lo fueron casi todo en la vida. A ellos dedico lo mejor de sí mismo: su trabajo, su tiempo y su saber, que no era poco. Mi padre, Aníbal, era un apasionado de la viña. Se emocionaba cultivándola, siempre obsesionado porque la cepa estuviera limpia, enemigo de las malas hierbas, escudriñando el cielo con el motor preparado para prevenir el temido mildiu y otras calamidades. Esperando con ilusión la vendimia, elaborando su vino, ese clarete que tantos probaron en la bodega del callejón.
Hoy, bajo la atenta y sabia dirección de José Hidalgo, Pepe para los amigos, al que estaré siempre agradecida por aceptar este encargo, quiero presentaros mi vino, nuestro vino, porque este es un vino de familia, de nuestra familia. Un vino que ha venido para quedarse y que a pesar de su limitada producción, solo 2801 botellas de la añada 2013, mira al futuro con ilusión, con esperanza, con las luces largas puestas, con el acento en el gustar y no en el ganar. En la calidad y no en la cantidad.
La hectárea de cepas más que centenarias que cultivamos en “Los Fornos”, alguna de las cuales ya trabajaba mi tatarabuelo, es la mejor garantía de la calidad de nuestro vino. Aníbal de Otero, viña vieja 2013, se vendimió el 6 de octubre de 2013. La vendimia se realizó a mano, seleccionando las uvas en cajas pequeñas. Elaborado artesanalmente en depósito de 5000 litros, con la ayuda y colaboración de todo el equipo de bodegas Adriá. Después de unas semanas, concluida la fermentación, permaneció 14 meses en barrica del mejor roble francés y más de 20 meses en botella. Desde la etiqueta a la cápsula, del corcho a la caja, la botella, todo ha sido cuidado con esmero para que cuando finalmente llegue a tus manos puedas apreciar todo ese inmenso caudal de ilusión, trabajo, dedicación y profesionalidad que hay detrás de cada botella de este primer Aníbal de Otero.
Podrá gustarte o no, pero no te dejará indiferente. Estoy segura de que si lo pruebas, repetirás.